Al Límite

Seguimos vivos, pero por cuanto tiempo, con el covid 19, nos hemos dado cuenta de la poca integridad que tenemos los  seres humanos que habitamos este globo azul.

Antes del covid 19 quizá caminábamos por la calle sintiéndonos los dueños del aire que respirábamos, deleitándonos con los rayos del sol que tocaban nuestra piel de forma gratuita, tomando aire  profundo, éramos capaces de reconocer olores que se convertían en recuerdos de nuestra niñez, decidíamos a donde ir ya sea caminando o desplazándonos en automóvil, avión, éramos los dueños del momento y el espacio, nos sentíamos vivos.

Será cierto que estamos vivos, o con el covid 19 nos encontramos con la cruda realidad del humano, maximizada en la crisis, estamos hechos ¿de qué? cada uno de nosotros ha tenido la oportunidad de probarse desde el interior en el caldero de la presión, creada en nuestra mente luchando con un enemigo invisible, diminuto, mortal. Cuántos de nosotros hemos tenido covid mental, si toque un barandal contaminado, si estuve con alguna persona que ha contraído el virus o quizá platiqué con aquel que por las redes sociales me he enterado que está grave y en cama, la fantasía en mi mente crea ansiedad, siento cosquilleo en mi garganta, creo que tengo temperatura, me duele mi cabeza, respiro profundamente, mi  corazón esta acelerado, recuerdo si me lavé las manos con el suficiente jabón, o quizá no di el tiempo necesario o la técnica de lavado, no puedo dormir, no descanso.

Hemos visto como la crisis nerviosa es una serpiente astuta, silenciosa, que sabe esperar el momento para atacar a aquel que esta más débil, bajando sus defensas para crear el caldo de cultivo que nos abre la puerta de muchas otras enfermedades.

Para otros, en la vivida realidad de un negocio que floreciente era, han pasado momentos de inquietud y desesperación por la falta de clientela y aún peor por la falta de mercancía, con las cadenas productivas cortadas o limitadas en las entregas, poco a poco librando cada día, con números contables cada vez de menos dígitos, pero la desgracia no se hizo esperar y los despidos eran decisiones que se tuvieron que tomar, la renta, los servicios, ¿Cómo pagar? para algunos sin salida y con deudas no tuvieron más que como coloquialmente se dice  “bajar la cortina” para no volverla a subirla  jamas.

Sin embargo, otros como un corazón que late lentamente, como un susurro, pero de forma efectiva y eficiente, se volvieron inteligentes e innovadores, aprendieron a leer la situación critica en la que nos encontramos y como el virus que lleva su variante Beta, Gama ,Delta, Delta plus, mutaron, no se han dejado vencer y pronto vimos como comenzó a inundarse de una variedad de cubre-bocas de colores, diseños y texturas ofertándose en un mercado que necesitaba de los productos y que la industria no tenia la capacidad para producir siete mil millones de estos desechables creando a su vez más contaminación y con una duración reducida, desde las posiciones mas humildes en las esquinas de las calles, valientes y sin voltear atrás ofrecen sus productos porque el cuerpo necesita que el corazón lata, aunque sea en su mínima expresión para poder vivir, así ellos para poder comer diariamente necesitan vender.

La industria no ha sido la excepción, contra el covid, los llamados “Paros en la Industria” han dejado su huella, en el camino se han quedado muchos trabajadores profesionales con experiencia y con carreras prometedoras, líneas de producción donde hoy nos queda más claro que nunca cuan interconectadas están en el mundo, reducción de plantillas laborales a su mínima expresión, compras, fusiones de industrias y otras tantas que aún no nos queda claro ¿Qué fue? el terreno se ha estado limpiando para que la tecnología dentro de la industria desplace al hombre en su trabajo argumentando un riesgo sanitario presente y futuro.

Mucho hay que decir, historias sobran por doquier, testimonios, palabras, pero lo que nuestros corazones les ha costado superar son los miles de ausentes, los que ya no podremos volver a ver, con los que ya no podremos volvernos a pelear o platicar o compartir una taza de café, profundo dolor es la muerte de aquel que se ama, pero y no poder acompañarlo en sus últimos días, horas, no poder estar a su lado, saber con retardo las  noticias de su situación de salud, como sigue o empeora, así es como muchos han partido.

Y si con el dolor de la muerte y la falta de compañía en sus últimos momentos no fuera suficiente se creó un desolador desierto lleno de impotencia, dolor, falta de perdón, al no poder ver su cuerpo por lo menos inerte y despedirse o acompañarlo en su último adiós al cementerio, dejó en aquellos que se quedan un ciclo abierto, la velocidad a la que muchos se fueron es impresionante, por no tener un diagnostico acertado, por tener comorbilidades, por no llegar a tiempo al hospital, así desde la incredulidad de sus parientes que reciben solo una urna y donde alguna persona con voz clara les asegura que ahí se encuentra su ser amado.

Podemos salir adelante como lo hacíamos antes, con nuestras propias fuerzas, llenos de vanagloria, porque pude con todo, pensando solo en mí. La historia en tiempos de covid nos pone al LIMITE, sí, al limite de mi creatividad e innovación para desarrollar de forma sustentable, con una renovada responsabilidad social, mi empresa o el ejercicio de mi profesión o en el esfuerzo diario de mi trabajo.

Estamos al límite, porque me doy cuenta de que estoy hecho, será necesario dejar alguna capa exterior de mi persona que desde hace tiempo sobra, el cambio, la renovación, la mutación, te suena a algo, tendremos que rehacernos desde adentro desde lo profundo de cada uno de nosotros para superar las perdidas, ya sean empresas, trabajo y lo mas terrible vidas.

Estamos viviendo al límite, de nuestra existencia terrenal, no lo sabemos, ni nadie lo sabe, pero sí de la forma de ser, de tu estructura mental, de la forma en la que guardas tus sentimientos y de como los dejas ir, vive al límite, dando a quien no tiene, ayudando a sanar a quien sufre y está herido, quizá te suenen vacías estas palabras, porque no sabes cómo, pero es sencillo, y el simple hecho de escuchar las palabras de aquel que esta abandonado, y no por ser pobre, sino aislado, porque es mayor y no sabe cómo expresar la necesidad de la presencia de los demás en su vida, hazle saber con pequeños detalles, un saludo, una sonrisa, una galleta, que estás ahí y que lo vez y lo escuchas, sé agradecido en todo momento y recordemos que estamos juntos en esta calamidad, el virus no distingue países, razas, colores…y nuestra casa azul es pequeña, hazlo ahora, vive si estabas muerto por dentro, ahora vive, lucha, renueva-te, cambia, no sea que el día de mañana no lo podamos hacer.

Cambio y Fuera.

EDUARDO SAUCEDO CARMONA / Sin Retorno / Agosto 9 de 2021.