Recuperación Cotidiana

El inicio de un año nuevo viene acompañado de las metas y objetivos de muchos. El ejercicio, el trabajo, la familia, los viajes, los logros y en general los propósitos de año nuevo son el producto de un factor en común: el esfuerzo.

Personalmente, me parece que caemos en una trampa.

Quizás en la mayoría de los casos, la gente empieza el año dispuesta a esforzarse por algo, precisamente porque viene de haber descansado. Recuperamos energía que ahora queremos dirigir hacia un propósito.

Sin embargo, es importante recordar que nadie puede pasar 12 meses esforzándose sin descanso. Al menos, no sanamente.

Por esto es indispensable reconocer que la fuente de nuestro esfuerzo, casi siempre, deriva de nuestro descanso.

A su vez, un descanso de unos cuantos días no puede dotarnos de la energía suficiente como para dejar de descansar por meses. La recuperación de nuestra energía, y de nosotros mismos, es, paradójicamente, un esfuerzo diario.

Por otro lado, el descanso debe ser integral, no solo físico.

Mantenernos lo suficientemente sanos para poder darlo todo por nuestros propósitos implica que seamos activos, que nos arriesguemos, que cada día construyamos lo que queremos, sí; pero también requiere que aprendamos a ser pacientes, que nos detengamos a reflexionar, que terminemos el día durmiendo tranquilos, que pidamos ayuda y, sobre todo, que nos volvamos conscientes de nuestras emociones.

No es de lo más común que se toque este tema, tampoco soy un experto, pero en el último par de años he aprendido que gestionar mis emociones es lo que más descanso me provee.

Así como es indispensable salir del trabajo para ir a casa a dormir, es indispensable también “salir” de ciertas emociones para “descansar” en otras. Ninguna emoción es lo suficientemente buena como para nunca abandonarla, ni siquiera la felicidad.

Solo esta es una verdadera recuperación cotidiana, la que busca conscientemente, e insisto, tiene que ser consciente, el balance entre el trabajo y el descanso del físico, la mente y las emociones, es decir, de todo lo que soy.

Por tanto, te invito a que te recuperes cotidianamente este año. No estés feliz todo el tiempo, está bien enojarse o estar triste, de hecho, lo necesitas. Dale descanso y rotación a tus emociones. Y si lo necesitas, rompe tus propios patrones. Enfrenta tus miedos si no te dejan crecer, redirige tu enojo si no te puedes controlar, permítete llorar. Cada lágrima que desahogues hoy es una gota que no se acumulará en el mar del mañana.

Tampoco dejes de lado a tu mente. Si no puedes dejar de ver todo a través de tu mente, atrévete a sentir. Si todo lo que haces lo calculas a partir de tus emociones, atrévete a pensar fríamente.

Al final del día, o del año, encontrar la correcta medida del balance es un trabajo de introspección personal. Pregúntate qué necesitas, escúchate, aprende de tus errores y sé valiente. Quien no tenga la valentía suficiente jamás será capaz de conocerse y de hacer lo mejor para sí mismo o sí misma.

Y si no te sientes en la mejor condición para lograr esto, descuida que el fin de año es solo un día más. Cuando mi camino hacia el balance tiene que empezar mañana, lo correcto es no moverme hoy.

Contacto vía twitter: @rubengerardon

RUBÉN GERARDO / Letras y pensares / San Luis Potosí, S.L.P. / 05 de enero de 2020.

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