LA HOSPITALIDAD, ES LA VIRTUD DE ABRIR PUERTAS Y COBIJAR

ileana filio 5-250xPor Ileana Filio/ La Reina Roja/ San Luis Potosí, S.L.P.
El que ame a Dios, ame también a su hermano, sentencia San Juan (1 Jn 4, 20-21). Iluminados con la luz de la fe y mostrada en las obras de caridad (cf Sant 2, 14-18).
La hospitalidad, es la virtud de abrir puertas y cobijar, es el saber que no caminamos sol@s, y reconocer que no podemos hacer el viaje de la vida de un tirón y sin ayuda, sino dejándonos cobijar.
Generosidad por un lado y humildad de dejarse cuidar, por el otro; dar y dejarse cobijar: dos nada fáciles virtudes que debemos resucitar de nuevo, debemos de tender la mano a nuestros hermanos y hermanas.
Probablemente no hay palabra alguna que resuma mejor el sufrimiento de nuestro tiempo que el concepto “sin hogar”. Revela una de las condiciones de nuestra sociedad más penosas y profundas, la de no tener sentido de pertenencia, un sitio donde sentirnos segur@s, cuidad@s, protegid@s y amad@s… La palabra hogar continúa siendo símbolo de la felicidad.
La hospitalidad, debe verse no como un modo de proteger el fuerte al débil,al seguro o al indefenso, sino como alguien también débil, herido pero que siempre está dispuesto a servir a algún otro, olvidando sus propias heridas, alguien conocedor en su propias heridas, de la soledad o del cansancio del camino, alguien que ni las esconde ni hace de ellas un “exhibicionismo espiritual”, sino que las une a la de tantos otros hombres y mujeres y las hace gesto. La hospitalidad se constituye, así, en virtud de romper nuestros miedos y abrir nuestras casas al extraño, o al enfermo, o al difícil, o al necesitado que sabemos que no va a agradecer con buenos modales, pero que al igual que tú necesita un cobijo, un hogar.
“Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.” Juan 15,12-13
El Padre Carreto cuenta en su libro “Cartas del desierto” una anécdota de un viaje que realizó al desierto para apartarse del mundo y orar. En el camino vio un mendigo que tiritaba de frío. El llevaba dos mantas ya que sabía que en el desierto el frío en la noche es inmenso (a pesar de que en el día hace mucho calor). Entonces sintió la obligación de darle una de las mantas al mendigo, pero fue distrayéndose de la idea porque sabía que una no iba a ser suficiente librarse del frío. Luego cuando manejaba vio que todavía estaban las dos mantas en su automóvil, pues no se animó a darle una.
Cuando acampó no tuvo el corazón de utilizar las dos mantas por remordimiento y dejó una a su lado. Luego al dormirse tuvo el sueño de que una peña gigante cayó sobre él y lo aplastó y solo dejó fuera su cabeza y su brazo derecho cerca de donde había dejado la manta, luego vio al mendigo tiritando de frío, trató de mover su brazo para alcanzar la manta y dársela pero la piedra se lo impedía, porque lo tenía completamente aprisionado. Allí se dio cuenta que ya era tarde, y comprendió una gran lección: Muchas veces se nos presentan oportunidades de ayudar a nuestros hermano@ y hacer el bien, pero, si las dejamos pasar, luego puede ser ya tarde, y por más que queramos arreglarlo, no podremos. Reflexionó que quizá así sería el purgatorio, ver todo el bien que pudimos haber hecho y no lo hicimos, el mal que pudimos dejar de hacer y seguimos haciendo…
Se dio cuenta también de la exigencia del mandamiento es amar a su prójimo como a sí mismo y darle una manta, pero ahora tenía que ser capaz de dar la vida por el (¡darle las dos!).
Porque así nos ha amado Jesús, hasta el punto de dar la vida por nosotros, así nos pide que amemos a nuestros hermanos: hasta el punto de dar la vida por ellos. Quizá no dando toda nuestra vida de un tirón, tampoco dando lo que no tenemos, pero dando poco a poco nuestra solidaridad, amor, como si fueran gotas de roció, que caen una por una, hasta cubrir todo el bosque, así también podríamos dar cobija a cobija, minuto sobre minuto para hacer de nuestros hermanos y hermanas una vida más digna de llamarse hogar.
“Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él,” 1 Juan 3,20
No dejemos que nos suceda como el rico que tenía a Lázaro la puerta de su casa, y nunca le vio. Ser Humano y tener fe implica ser sensible a las necesidades y problemas de nuestros hermanos y hermanas y estar siempre allí.
“Y así cuando estemos en presencia del Señor, nos llame por nuestro nombre y nos diga:
Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.” Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” Mateo 25,34-40.
Se aproximan fechas de unión familiar, y regalos, regala cobijo, amparo y 5 minutos de tu tiempo a tus herman@s en situación de calle.
Si quieres unirte a la campaña de cobijar y escuchar comunícate o manda un correo a una servidora
ILEANA FILIO
alternativa_psicologica@hotmail.com o por inbox.

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