El mito del merecimiento y la meritocracia

Maria Fernanda Alvarez Montejano 

En los últimos días he tenido una idea que me ha estado dando vueltas en la mente, la cual sin duda se presta a tener múltiples respuestas, todas verdaderas y a la vez todas equivocadas, todo dependiendo desde qué punto de vista y bajo los valores de qué lupa se esté observando: el merecimiento. Hablando en todas las áreas posibles que impliquen obtener o ganar algo en base (o no) al esfuerzo realizado.

En general, me gusta recolectar ideas de personas con costumbres, educación y edades diferentes, lo cual me permite ampliar mi rango de visión y entender, o por lo menos conocer contrastes a mis propias ideas, y eso es precisamente lo que llevo haciendo los últimos 5 días. En distintos estados, en diferente país, y estas son las ideas que lejos de darme una conclusión, creo abrieron más vertientes.

Es posible que si has alcanzado cierta posición socioeconómica, logrado reconocimiento social, un buen salario y una riqueza considerable, lo que conocemos como “éxito” en la sociedad, sientas que todo te lo debes a ti mismo, pero te tengo malas noticias, también es muy posible que no lo fuera. En el transcurso de la vida de cada uno, el esfuerzo cuenta, naturalmente, pero el esfuerzo por sí solo es un factor más donde también es necesario considerar otros que escapan a nuestro control y voluntad como son la cuna, la suerte y el talento.

Resulta interesante resaltar que algunos seres humanos tendemos a irnos a los extremos, por un lado encontramos la parte del “self made-woman/man, en donde minimizamos los dones o talentos que se nos han dado de manera natural, hablando de cuestiones físicas o habilidades de cualquier tipo con las que hayamos nacido y tendemos a maximizar los logros fabricados o ganados a través del esfuerzo. Todo tiene que ver con el esfuerzo, en donde individualmente creemos y hemos sido instruidos en que debemos esforzarnos, muchas veces a un nivel que llega a sobre pasar límites físicos, tales como realizar dobles jornadas de trabajo,  sobre entrenamientos, o “extras máximos” en el área que sea.

En esta parte “nos ha surgido” también la inquietud sobre la meritocracia, la cual tiene que ver con un sistema, el cual esta basado puramente en habilidades (o méritos) en vez de riquezas o posición social, y de hecho, en sus orígenes, la meritocracia tenía sentido, ya que con ella se buscaba derribar el sistema aristocrático que dominó la mayor parte de la historia humana, con privilegios heredados de generación en generación,  y aquí entran 2  puntos importantes.

La primera es que en un país como México,  hay mucha desigualdad “no meritocrática”, es decir, una antigua desigualdad aristocrática, donde las élites heredan ciertos tipos de capital. Heredado, simplemente. Al mismo tiempo, nuestro país también tiene una clase profesional cada vez más bien pagada, como financieros y abogados que ganan mucho dinero supuestamente por sus habilidades. Y aquí es donde la meritocracia se interpone en el camino. En un estudio realizado en UK, (el cual considero que aplica totalmente para nuestro país también), los economistas midieron cuál es el retorno a la sociedad de cada libra que se paga de salario a trabajadores tales como como las personas de aseo público o el personal de salud como enfermeras. El resultado es que por cada libra pagada, la sociedad recibe 10 libras a cambio. Por otro lado, si se analizan al abogado o al banquero, el resultado es que los salarios privados son mayores que los beneficios sociales. Entonces, las personas supuestamente súper calificadas, con salarios enormes, en realidad producen menos de lo que les pagan. Mientras tanto, los trabajadores supuestamente menos calificados producen beneficios sociales mucho mayores que sus salarios.

Entonces es aquí donde entra un poco la crisis existencial de pensar realmente como es que como sociedad tenemos algo (o muy) desbalanceado el tema, ya que día a día vemos en todos los ámbitos, espacios de relevancia para la sociedad, siendo ocupados por personas que  no tienen realmente un ”trabajo o mérito” para llegar a estar donde están, y simplemente ocupan los espacios porque alguien los colocó, y si acentuamos un poco más el tema e cuestiones de género, en donde podemos señalar un claro ejemplo de la Facultad de Derecho de Yale, en donde las mujeres conforman la mitad de las clases, en los bufetes de abogados estadounidenses más solicitados, también son la mitad de los abogados principiantes, pero si observamos a los profesionales a niveles  “senior” de estos bufetes, alrededor de uno de cada seis o uno de cada diez son mujeres. ¿Poooooorque?.

Podemos imaginar muchas razones, tales como situaciones desafortunadas de acoso sexual en el lugar de trabajo, varias formas de injusticia de género como son personas intimidadas por las capacidades que la otra parte puede llegar a tener, por lo que no importa que tanto mérito se realice, no se llega a la meta de forma tan fácil por trabajo propio. Esta es una acción racional en una sociedad como la nuestra, y además  tiene asociada una enorme desigualdad de género.

Finalmente vemos enlazada la (por lo que termino concluyendo) inexistente meritocracia, con ideas del mito del emprendimiento, el coaching y el pensamiento positivo (la happycracy), en donde  puedes lograr lo que quieras, debes emprender, debes salir de tu zona de confort y romper tus límites. Es una doctrina propia del capitalismo dominante que premia especialmente el individualismo y la competencia, bajo la idea meritocrática de que quien más trabaje será el más exitoso: el camino hacia el éxito suele ser una lucha solitaria contra los demás, que no tiene mucho que ver con progreso colectivo.

Cualquiera que sea malo o regular sólo puede pensar que algo no funciona consigo mismo, desconociendo los problemas estructurales de la sociedad.

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FERNANDA ALVAREZ / Voces / San Luis Potosí, S.L.P. / Marzo 19 2022.