Creer o no creer en los medios

¿Usted cree en las instituciones? ¿Cree en la procuración de justicia? ¿En las resoluciones judiciales justas? ¿Qué piensa de las autoridades policiacas de cualquier ámbito municipal, estatal o federal? ¿Y de los partidos políticos, que también son instituciones creadas para conducir una mayor y mejor relación entre gobernantes y gobernados? El grado de descredito de instituciones y representación política en el país resulta alarmante según cifras que pueden consultarse en cualquier encuesta de INEGI u organismos privados, sobre la percepción ciudadana respecto de instituciones y autoridades de diversas materias. Aunque para fines del 2018 la percepción en la representación política fue menos grave, lo que resulta coherente con el resultado de las elecciones presidenciales pasadas en que el número de electores mejoró a la par de la satisfacción con los resultados que fueron inobjetables, hecho que por sí mismo habla de una esperanza contraria al descredito institucional que se venía arrastrando. No le digo nada que usted no sepa pues se han divulgado mucho las mediciones en este aspecto. Sin embargo, existe otro elemento que influye en el estado mexicano y sus gobernados como en otras partes del mundo y este se refiere al papel de los medios de comunicación en la percepción ciudadana y en la información que esta recibe para creer o dudar de las instituciones en diferentes momentos o a cada paso. Francisco Paoli Bolio aborda el tema en su texto sobre el Estado democrático y explica:

La ciudadanía manifiesta crecientemente su descontento con los sistemas representativos, por considerar que no defienden los intereses de todos los ciudadanos, sino que los factores reales de poder o poderes fácticos, tienen un peso y una capacidad mayor de decisión en asuntos cruciales para toda la sociedad.

Los medios masivos de información poco profesionales, ponen en duda constantemente a las instituciones representativas, las exhiben tanto a nivel de poderes, como mostrando otras entidades a través de las cuales se da la representación social. En la medida que los órganos del Estado aparezcan como ineficaces, corruptos o parciales, algunos medos masivos de información consiguen convertirse en verdaderos poderes fácticos y defender eficientemente sus intereses parciales.

Hay un número creciente de casos en los que las autoridades de diverso tipo son suplantadas por los medios. Específicamente llegan a sustituir a las autoridades judiciales: ellos denuncian, incriminan, juzgan y condenan en tiempos perentorios y con informaciones con frecuencia sesgadas o incompletas, a personas y a grupos en función de intereses particulares o de grupo. El descrédito de las instituciones de la democracia representativa se debe pues, en buena medida, a los medios masivos.

Por otra parte, se han multiplicado las agrupaciones intermedias, los organismos no gubernamentales (ONG) nacionales e internacionales, que ponen en duda la representación política. También se han incrementado las tendencias plebiscitarias, para confirmar decisiones de los órganos públicos (tratados, legislación y creación de instituciones).

Los medios masivos de información podrían aportar conocimientos y datos significativos para la toma de decisiones, pero lo hacen pobremente. Este es el modelo mediático dominante en América Latina. Pero existe otro modelo más democrático, que garantiza mejor la libertad de expresión y el derecho a la información, que han adoptado la mayor parte de los países europeos, en el que los medios informativos tienen obligaciones claras de servicio público y no son, sólo instrumentos para promover el comercio y las ganancias privadas.

Una plena transformación del país y nuestro sistema político, costumbres y cultura, solamente podrá escenificarse con una transformación democrática y profesionalización de los medios de comunicación que apenas resulta incipiente; no existe un periodismo de investigación más que en muy contados casos y debido a fenómenos particulares únicos, auténticos garbanzos de a libra como el semanario Proceso, surgido de los periodistas aglutinados en aquella cooperativa de Excelsior que los excesos dictatoriales de Echeverría reventaron en los años setentas y que Sherer García y Vicente Leñero en un alarde de resiliencia y resistencia edificaron un nuevo y mejor proyecto. La Jornada y de forma mas acotada por el interés económico El Universal y Reforma -este con sus tendencias claras que no comparto, pero son genuinas- Aristegui y algunos otros que han quedado en el camino de la comodidad y la conveniencia. Pero tal parece que vamos al revés, los medios surgen o caen cada vez mas en manos políticas que también encuentran en estas dos actividades -política y medios- un fin comercial.

@PedroOlveraV

PEDRO OLVERA / Retruécanos / San Luis Potosí, S.L.P. / noviembre 6 de 2020.