Algunos contrastes

Mayra DiazPor Mayra Díaz / de Rosa / San Luis Potosí, S.L.P.

Hace algunos ayeres, enviar una carta era toda una aventura. Plasmar en una hoja ideas que se cruzaban por la mente articulándolas para cobrar vida, incluía un sello personal irremplazable. Y se menciona irremplazable porque se invertía tiempo, paciencia y un significativo trozo de corazón.

Tiempo porque se meditaba una y otra vez el contenido ya que era impensable una carta sucia, enmendada o con tachaduras. Así que la idea se trasmitía en estado puro. Auténtica, espontánea y con las palabras justas de lo que se quería decir.

Paciencia, un enorme cúmulo de paciencia para encontrar el lugar donde solo las palabras y el escritor se complementaban.  Se buscaba el silencio, o como en estos momentos alguna música que invite a desarrollar las ideas.

Una palabra que se le sumaba a la otra.  Me imagino a tiempos de antaño donde incluso la tinta llegaba a convertirse en privilegio. Una mano deteniendo a una pluma de ave, con  el color  obtenido de  elementos naturales.

Luego la espera… la ilusión de imaginar cuanto tiempo tardaría en encontrarse en las manos precisas.  A veces una misiva que cambiaba de caminos, de caballos, de trenes, y de lugares hasta irse acercando al destino final.

Sin la certeza del día, ni de la hora, sin saber a ciencia cierta si esa correspondencia  llegaría…

Luego el retorno… otra vez lento, otra vez caminos, otra vez vicisitudes y finalmente una respuesta.  Quizá en medio de un aroma que al momento de abrirla dejaba  escapar una esencia, un sello particular que evocaba recuerdos.

Esos correos que tardaban  prolongados espacios de tiempo, pero que fortalecían la ilusión de la espera.

Comulgar con la idea de que pese a los avances tecnológicos, siempre es grato  rescatar ese sello personal.  Acudir al correo,   anotar una dirección, adquirir un timbre, pero sobre todo compartir una nota  escrita de puño y letra.

Luego depositarla en un buzón como en los tiempos de antaño  e imaginar que llegará en diez días, quizá en veinte o quizá no llegará nunca…

Ahora bien, la inmediatez tiene sus beneficios. Quizá el protocolo es  diferente.  Somos afortunados en conocer la información oportuna. Recibir las palabras precisas en el momento justo.

El poder de las palabras escritas, el compartir estados de ánimo y sentimientos  en un intercambio casi instantáneo son una fortuna de nuestros días.

Elija el que usted guste, escriba de vez en cuando   en las formas  de épocas pasadas…

Verá que grato es rescatar esta tradición casi extinta. Ahora bien, si la modernidad se lo permite, escriba, escriba y escriba.  Créame,  es un deleite para el alma.

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