¡Vaya demagogo!

vaya demagogoPor Leonel Serrato/ Pulso/ San Luis Potosí, S.L.P.
El gran escritor liberal estadounidense H.L. Mencken definió al demagogo como “aquel que predica doctrinas que sabe falsas a hombres que sabe idiotas”.
El populismo es una perversa variante de la demagogia, una corrupción peligrosa de la democracia.
Álvaro Vargas Llosa, en el artículo “El renacimiento del populismo” publicado en Letras Libres en 2005, advertía del peligro del regreso de ese lastre político; él mismo define que el populista es “aquel que despilfarra dineros que sabe ajenos en nombre de aquellos a quienes se los expropia”.
Aunque inicia afirmando que quizás se trate de brotes focalizados, se advierte que no se equivocó cuando dijo que en realidad puede llegar a ser una “metástasis hemisférica”.
Uno podría pensar que el populismo nació en alguna parte del llamado Tercer Mundo, pero no, se trata de una expresión de la debilidad institucional de los Estados Unidos de América tras la Guerra de Secesión.
A mi sorprendió saber que el actual Partido Demócrata (al que pertenece el Presidente Barack Obama) es el heredero ideológico y organizacional del “People’s Party” surgido de aquel movimiento populista estadounidense.
Pero como muchas veces no entendemos bien el pensamiento anglosajón, analicemos un ejemplo de nuestra idiosincrasia que está ocurriendo hoy día: Un gobernante joven, surgido de la izquierda mediante una elección legítima en la que se contaron los votos y se sustanciaron todos los recursos legales de los opositores, resultando vencedor en medio de una fiesta cívica.
Fue electo como resultado de una continuidad cuasi dinástica, sucede a otro carismático y polémico político de su mismo partido.
Gobierna a un pueblo pobre, siempre marginado, permanentemente humillado, carente de esperanza, sumido en la insalubridad, en el que sus zonas urbanas, resultado de la corrupción, están saturadas de unidades habitacionales de espacios reducidos, sin áreas verdes, donde la gente vive hacinada, y por lo mismo, irrespetada.
Rige a una sociedad sin empleo, o con empleos de muy mala calidad, apenas sobreviven las personas.
Años y años de políticas de cero desarrollo humano tornan la tarea más difícil; y el proceso de sucesión electoral aún más, pues su predecesor fue enormemente carismático y él mismo no le cae bien a la gente si se porta serio; sólo si hace uno que otro “desfiguro” el populacho se siente a gusto.
El flamante gobernante carece de educación formal, y apenas recién ha sido elevado de su sencilla forma de vida, tampoco tiene roce social, no conoce ni siquiera lo básico de las buenas maneras ni de lo políticamente correcto, un neófito simplón, y además con tendencia a ser soberbio por su propia inseguridad; por alguna razón los políticos con tanto cabello no me inspiran confianza, y menos si tienen apenas dos dedos de frente.
Para poder gobernar, aconsejado –o manipulado– por sus asesores, decide apelar al sentido de pertenencia al terruño, que la población se sienta orgullosa de su comunidad; pronto se dan cuenta que no basta, y entonces sus mentores lo transforman de líder político en un Viejito Pascuero, lo ponen a que regale cosas, a que reparta favores, a que lleve balones, mochilas, útiles escolares, se tome fotos con chiquillos chamagosos, viejitas llorosas, y presida eventos faraónicos con gente sencilla, humilde, pobre o necesitada usada como mera escenografía.
Y eso si que tiene éxito; en el medio de la negrura de la desgracia social la actuación del político dadivoso se ve como una fulgurante luz, y sus palabras parecen mejores que bocanadas de aire fresco en un ambiente pútrido.
No es difícil convertirse en el asidero de quien no tiene de dónde agarrarse; nunca ha sido complicado ganarse a las personas si se les da de comer cuando tienen hambre; siempre han sido tremendamente populares las becas, el regalo de despensas, las pensiones y el dinero gratis.
Desde luego que atender y proteger a la capa de población que menos tiene es una tarea indispensable de un gobierno, primero en la emergencia, proporcionando alimentación, atención sanitaria y protección jurídica de modo urgente, inmediato y sin preguntar siquiera.
Pero después de los iniciales momentos de contingencia un gobierno que sea serio, genuinamente responsable y con visión de Estado ejecutará las medidas para erradicar las causas que llevaron a ese grupo de personas al punto del desastre humanitario.
Si el gobierno, sólo por ser de izquierda y con el argumento engañoso de estar a favor de los pobres, sigue usando el dinero público en dádivas, y no atiende el fondo de los problemas, será inmensamente popular entre los beneficiarios, el gobernante se convertirá en un dios vivo, pero los pobres lejos de salir adelante serán unas rémoras para el resto de la sociedad, y estarán cada vez más pobres.
Una persona pobre no hace mal al amar y vitorear a quien le regala subsistencia, todo lo contrario, es de bien nacidos ser bien agradecidos.
Pero ahí hay problema latente, y reventará más temprano que tarde, puesto que los problemas que causan la pobreza están intocados.
¿En qué piensa ese gobernante de izquierda cuando usa el dinero público en subsidios, regalos, becas, apoyos, despensas, servicios médicos gratuitos, torneos deportivos, fiestas gigantescas, conciertos multitudinarios de artistas famosos?
¿Quién paga lo que el político populista regala? ¿A quién sirve que un gobernante sea tan dadivoso?
¿Cuál es el mecanismo de pensamiento que lleva a un gobernante de izquierda a no escuchar a quienes lo critican, a comprar o censurar a los medios de comunicación, y a manipular la verdad para esconder sus yerros y abusos sólo para sentirse amado por el Pueblo?
Es alucinante tener el apoyo ruidoso y callejero de la población, embriagador, delicioso; pero cuando ha sido comprado es efímero, y esa lección no parece haberla aprendido don Nicolás Maduro Moros, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
< Ingenuidades
Sobre lo publicado en días pasados sobre la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí basta decir que las denuncias, cuando anónimas, son chismes.
Leonel Serrato Sánchez
leonelserrato@gmail.com

Be the first to comment

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.