¿Qué tal va la nueva normalidad?

El primero de junio regresaron a la normalidad muchas personas que no creyeron que la pandemia era cierta. Las familias salieron y aprovecharon para hacer sus actividades o simplemente salir a pasear. No importaron cubrebocas ni mucho menos las normas que se han establecido por las autoridades. La despreocupación provocó que seamos el país número 14 por contagios y el séptimo en muertes.

Por otro lado, la nueva normalidad aterró a las personas que acataron las decisiones de las autoridades desde un principio, que sobrepusieron su salud y la de los demás a su trabajo e incluso un sustento. Provocó coraje al enfrentarse con la realidad de los que creyeron que todo esto fue solo un cuento.

¿Hay diferencia con la antigua normalidad?

Claro que las cuestiones que guían la reacción de cada ciudadano son diferentes hasta en el más mínimo detalle como el uso de cubrebocas o el aseo de las manos; no todos están acostumbrados ni tampoco cuentan con las mismas condiciones para hacerlo.

En ese momento empezó la “nueva normalidad” y muchos la rechazaron.

Gobierno Federal decidió iniciar el primero de junio y la ansiedad de los ciudadanos por volver a la cotidianidad terminó gracias a la afirmación “ya no habrá peligro, regresemos”.

El inicio de la pandemia fue crisis absoluta en todos los sentidos y aún así, nunca preocupó tanto, porque en un país con tantos habitantes se creyó que el no conocer un caso familiar los libraba de este virus.

Vivimos engañándonos y nos dejamos ir por dos opiniones: responsabilidad social o ignorancia. No hubo más. Una curva de contagios inevitable por decisiones incorrectas, saturación de hospitales y la desatención a otros temas de grado de importancia mayores. Pero eso no importó en una sociedad con una cultura de interés personal, empezando por el gobierno, pues de darle la seriedad desde un principio, no estaríamos hoy contando la lamentable historia de Geovanni.

En todo ámbito posible se ha juzgado el actuar de los demás, políticos, periodistas, funcionarios públicos, partidos políticos y empresarios, pero nunca nos detuvimos a pensar en nuestro propio actuar frente a la pandemia.

¿De que sirve estipular medidas sanitarias en una nueva normalidad cuando desde el inicio de la pandemia se dijo la inefectividad del cubrebocas? ¿Cómo creer en la información que dan las autoridades federales cuando los cuidados del presidente para protegerse del coronavirus son: no mentir, no robar y no traicionar?

El caso de Geovanni deja mucho que reflexionar. El no usar cubrebocas le arrebató la vida a manos de las autoridades. No queda coherencia alguna en su discurso, pues, desde el inicio de pandemia, el cubrebocas nunca fue de ayuda. Todo está lleno de contradicciones.

Podría plantear un escenario desalentador, pero nunca habrá una fecha exacta para vivir una nueva normalidad. Demasiado tarde para corregir lo que hacíamos mal, tal vez las estadísticas serían diferentes si el gobierno hubiera advertido, apoyado y reaccionado.

Twitter: @Yulicg19

YULISSA CEDILLO GUADARRAMA / La Nacional / Toluca, Edo Mex. / Junio 05 de 2020.