El instituto de lo robado

No cabe duda que el Presidente de la República ha sorprendido a México con sus decisiones y ocurrencias que le han permitido mantenerse culturalmente en ciertos estratos dentro de un margen de popularidad y sin embargo ha presentado la aberración de cómo gobernar sin planes ni programas y sin políticas públicas.

Estas graves omisiones sugieren la imposición de un régimen político nuevo a costa del debilitamiento de las instituciones.

En la trama ideológico del totalitarismo subyace el propósito de disminuir al sujeto y debilitar los pilares institucionales que sostienen el andamiaje de una sociedad democrática y coherente; de una sociedad deseosa de progreso; de una sociedad cansada de que la engañen y le mientan.

Así como las “Universidades para el Bienestar” y la cancelación del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México (NACIM), nos hemos encontrado en días pasados el pirotécnico anuncio de crear el “Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado” que no es otra cosa que el anterior Sistema de Administración y Enajenación de Bienes (SAE) que fue creado en su inicio como una ley de bienes decomisados, para después ampliarse a la administración de bienes no decomisados pero que fueran propiedad del gobierno federal por cualquier título.

Entonces, el engaño del presidente salta a la vista, porque esa dependencia que coloquialmente en la calle se le moteja como “Instituto de lo Robado” no es tal, ya que administra y enajena bienes que no proceden del robo, ni de otros actos ilícitos de la delincuencia organizada o de los que se conocen como “delincuentes de cuello blanco”.  Un ejemplo de bienes no robados son los bienes inmuebles que existen vacantes en el territorio nacional y que por ley pertenecen al gobierno federal.

La sutil diferencia cobra dimensión cuando se le agudiza el ángulo desde la perspectiva del populismo:  era denominación “neutra” decirle a la dependencia “Servicio de Administración y Enajenación de Bienes”, denominación absolutamente seria e institucional y no chacotearla desde el anuncio presidencial como “Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado” cuya denominación tiene un corte de vecindad y pendenciero.

Es reprobable el trato que reciben las instituciones y el andamiaje jurídico en el que se encuentra establecida la vida institucional de México y a diferencia de lo que piense el Presidente de la República, ese no era el espíritu de Juárez, de Madero ni de Lázaro Cárdenas.

Además de que el presidente se burla del pueblo, también se burla de la historia del pensamiento político de México y eso lo digo aunque el propio presidente “tenga otros datos”.

Hasta la próxima.

GUSTAVO BARRERA / Ático / San Luis Potosí, S.L.P. / Junio 4 de 2019.

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