Ahí comenzó todo

Eso que comenzó como aquel chico que querías meter a tu cama, bacilar con él, divertirte sin ningún motivo, sin ninguna espera de nada, eso que solo comenzó como una página más que añadir a esa lista de capítulos de anécdotas por contar, se volvió repentinamente aquel chico que querías que permaneciera en tu cama cada noche, para poder despertar junto a él, aquel chico con el que te podías divertir o reír hasta en el momento más íntimo que pudieran tener se volvió la espera del todo, eso que creías solo era una página más se fue volviendo la más bonita de tus historias.

Dejó de importar que no pudiera correr y abrazarlo cada que sintiera ganas de hacerlo, besarlo con tanta pasión como si no existiera un mañana, dejó de importar no poder tener el más mínimo roce con él, sabía que nada de esto era relevante, al final del día nuestro punto de encuentro era aquel lugar donde pudiéramos ser nosotros mismos amándonos, donde podíamos conversar de lo que fuera, hablar sobre eso que te hizo enfadar o que te robó la sonrisa en tu día, pelear, discutir por algo dicho o por algo no mencionado, podíamos odiarnos, amarnos con una perfecta sintonía, ese lugar donde pudiéramos terminar el día de mil maneras distintas, jugando como niños, peleando como enemigos, o queriéndonos como solo nosotros sabemos hacerlo.

Escucharte, hablarte, desahogarme, consentirnos, o dejar que el silencio invadiera esa pequeña habitación donde dejaba de ser necesaria la conversación, donde nuestras miradas decían lo necesario y nuestras caricias se encontraban a mitad de la noche, otras tantas bastaban con un dulce roce en la mejilla para sentirme tranquila y dormir junto a él una noche más.

Es realmente extraño como cada palabra escrita me hace cerrar los ojos, sentirte ahí, ahí detrás de mí, como ese abrazo que te llega de sorpresa y te toma por detrás con tanta fuerza que te hace que todos tus sentidos se pongan alerta y tu alma se sienta en paz, acompañado de ese dulce beso en la mejilla que te dice aquí siempre estaré yo.