Por José Ignacio Dávila Álvarez / jida0758@gmal.com
San Luis Potosí, S.L.P., lunes 2, julio 2012.- Se suele decir con acierto que los mexicanos tenemos a los gobiernos que queremos y tal parece que algo de lo antes dicho le está ocurriendo con sobrada razón a la nueva realidad que acompaña a México. Y es que tras la jornada electoral celebrada ayer, otra realidad- para muchos interpretada como decepcionante y para otros, muy prometedora-, finalmente ha llegado, ha regresado, ha vuelto y está a la vista de todos, arropada en un traje que le queda muy bien y a la medida, a lo que algunos llaman “el nuevo priismo reformado”. Hay desde luego cierto entusiasmo en una parte de la sociedad mexicana y una clara y evidente decepción en otra, no menos nutrida e importante. Y es natural que las opiniones estén divididas, encontradas, polarizadas. Finalmente los desacuerdos constituyen el ingrediente principal de las democracias que, como la nuestra, ha costado mucho esfuerzo construirla y para fortuna nuestra, aún es demasiado joven para no pensar en conservarla y perfeccionarla. Lo cierto es que a final de cuentas, se reveló una nueva transición para los mexicanos, nos guste o no, pues cerca de 50 millones de votantes eligieron con el poder que da el sufragio, a quienes habrán de conducir los poderes públicos de este país. La alternancia política, siempre bienvenida y saludable para las auténticas democracias, hoy en México, se constituye como un hecho innegable y por la misma razón respetable aunque para algunos aún, pueda resultar refutable y hasta poco creíble. Sin embargo esta nueva alternancia política está ahí, muy presente, muy vivencial, muy incierta y hasta muy desafiante. Aparece de nueva cuenta como una suma de voluntades y con ella aparece también la restauración del viejo sistema político mexicano que ha sabido mantenerse muy bien con su inseparable aliado histórico, el Partido Revolucionario Institucional. A este renovado priismo, el acecho, el desprestigio y al el embate los ha sabido encarar muy bien, de eso no cabe la menor duda- con argucias legales o sin ellas-. El priismo ya aprendió a resistir y se dice dispuesto a volver a gobernar una vez pasada la dura lección de duelo y castigo que habrá de prolongarse doce años consecutivos. El nuevo o viejo priismo-como se le guste nombrar- ha regresado con fuerza, tal vez porque el Partido Acción Nacional dejó ir la oportunidad de seguir gobernando al país, con un previsible desgaste transexenal en el ejercicio del poder, que inevitablemente lo fue alejando del contacto ciudadano, tan necesario y saludable hoy día, en cualquier democracia que se jacte de serlo. El empecinamiento en las estrategias equivocadas- para algunos- en la lucha contra el narcotráfico que libró en los últimos seis años el Presidente Felipe Calderón Hinojosa, fue otra razón suficiente para hundirlo en los últimos lugares de las preferencias electorales de los mexicanos. La alternancia política de México, también ha sido posible, acaso por la división interna de los partidos políticos izquierdistas y de la ausencia de una autocritica suficiente y necesaria para corregir errores y desviaciones y para fortalecer la unidad partidista y tal vez- me atrevería a decir-, porque en las boletas electorales no apareció la figura de un político como Marcelo Ebrad; las cosas hubieran sido diferentes, me parece aunque no tengo la certeza. A final de cuentas al Movimiento de Regeneración Nacional no le alcanzó el tiempo ni el voto para lograr una victoria clara y contundente en la elección del 1 de julio que sin duda estará
muy presente en la memoria histórica de México. Andrés Manuel López Obrador ha mostrado una actitud mesurada y responsable al no adoptar una postura triunfalista aunque tampoco ha reconocido la derrota; ha preferido esperar para definir su postura. Su actitud gusta. Y mientras sus seguidores esperan con cierta esperanza que el desenlace de este proceso electoral mexicano les favorezca, una nueva realidad asoma en este país. Esperemos que sea para bien. Una nueva realidad que a decir del Instituto Federal Electoral (IFE) se gestó en una elección nutrida, pacífica y ordenada que pone de manifiesto a una nueva cultura muy vestida de modernidad cívica, aunque para otros sectores de la sociedad, los vicios electorales aun se mantienen vigentes y no han sido del todo erradicados. En fin.
Mi buena amiga Orquídea:Respeto tu comentario aunque no lo comparto por las razones siguientes:
1.- La realidad de la que hablo,es una que ha entrado en crisis al parejo que la de una representación política en conflicto evidente.
2.- Me parece que los ciudadanos que emitieron,organizaron y vigilaron el voto,son lo suficiente maduros y responsables y finalmente representan al IFE como institución ciudadana.Ahí están todos los partidos políticos representados.
3.- El IFE no define a un Presidente o a cualquiera que ocupe un poder publico,lo definimos nosotros,los ciudadanos que votamos libremente.La elección es nuestra,de nadie mas.
Te dejo mis cordiales saludos.
Hablo de una realidad que entra en crisis y de una representatividad política en conflicto, que no comparto pero acepto como tal. Que no se confunda. Saludos.
Querido amigo, esta realidad será hasta que el IFE sea suficientemente responsable porque definir a un presidente a las 9 de la noche, es ridículo. Miles de casillas ni siquiera terminaban de contar, por eso es una burla para todos. La imposición tangible aún gane Peña por votos.
Saludos.