A propósito del fallecimiento de una de las Reinas más longevas de la historia universal, la nonagenaria y poderosa Isabel, me permitiré hacer unas breves reflexiones sobre ese maravilloso juego de reyes que es el ajedrez, del que por cierto la extinta Reina gustaba jugar tanto en el tablero amaderado, como en el de la geopolítica de los siglos XX y XXI. Aunque no se tiene plena certeza de su origen, el ajedrez más que un juego es la representación de la existencia terrenal, en ese tablero cuadriculado con espacios negros y blancos, en cada movimiento sus protagonistas se debaten entre la vida y la muerte, los peones al frente, que con cada movimiento arriesgan la vida primero frente a sus iguales, a quienes el autor del juego les ha hecho la promesa, de que si logran sobrevivir y cruzar hasta el otro extremo del tablero, pueden convertirse también en piezas poderosas. Para lograrlo deberán salir con vida de los fuertes ataques de los majestuosos caballos, animales con zigzagueantes movimientos que sacrificarán a muchos peones, al igual que lo harán los hábiles alfiles que cruzan los cuadros en feroces diagonales, pero que decir de las imponentes torres que han jurado proteger al Rey de cualquier intento de colocarlo en jaque, pero si esto ni fuera suficiente, una dama guardiana recorre con libertad todo el tablero atacando y resistiendo al mismo tiempo contra sus antagónicos. Así, el ajedrez, se convierte en la representación de la vida, del todo, donde se funden estrategia y arte a la vez, cada pieza guarda su destreza pero ninguna es menos importante, y aunque todas excepto la Reina parecieran estar límitadas en sus movimientos, cualquiera puede amenazar al trono rival. El ajedrez es por tanto el juego de los poderosos, pero también de quienes ambicionan el poder, es la lucha eterna entre lo negro y lo blanco, en este juego como en la vida, no hay ni existe enemigo pequeño, de modo que, en la filosofía del ajedrez subyace también el juego de la política, pero sirve también para afrontar la vida diaria. Los grandes ajedrecistas de la historia patentaron movimientos impredecibles en épicos torneos que hoy registran sistemas computarizados en ordenadores que calculan casi todas las variables posibles, pero que no han logrado aún derrotar la inteligencia del cerebro humano. Lamentablemente, en nuestro querido México muy pocas escuelas públicas se preocupan por enseñar el arte del ajedrez a las niñas y niños, -que está demostrado-, es un ejercicio que desarrolla habilidades y capacidades intelectuales, un juego que fue diseñado para reyes, pero que hoy está al alcance de todos, minimizado en su valor, tildado de aburrido por ignorantes, pero que guarda en ese característco olor a madera del tablero y sus piezas, un valioso secreto, un secreto que intentó ser revelado por Maquiavelo en su Príncipe y mucho antes por Tzun Tsu en su Arte de la Guerra, pero que es indecifrable, pues éste secreto sólo se revela en el juego mismo, cuando el inadvertido peón, logra cruzar el tablero del ocho infinito y se coloca con vida del otro lado, venciendo torres, alfiles y caballos, neutraliza a la Reina pero no la elimina, y una vez al costado del acorralado rey realiza el movimiento del jaque final, jaque que el monarca afrontará con serenidad, pues justo ahí se da cuenta que el poder nunca fue suyo, pues aquel pequeño peón de antagónico color ahora convertido en Reina, da cuenta, en una partida más, de la ambivalencia de la vida contada desde un tablero. Los sigo leyendo en este correo: jorgeandres7826@hotmail.com.
@JorgeAndresSLP
JORGE ANDRÉS LÓPEZ ESPINOSA / Mano Izquierda / San Luis Potosí, S.L.P. / Septiembre 12 de 2022.